Comentario del flautista Juan Pablo Aguayo
Como muchos de mis amigos, mi vida musical ha estado ligada desde sus comienzos al movimiento de Orquestas Juveniles: primero como flautista en la OJS y OSNJ, como profesor en la Orquesta Juvenil de Pudahuel, participando en los festivales de flauta, fugazmente como director y también haciendo gestión en la FOJI.
No tengo duda que el poder vivir hoy de la música se lo debo a la juvenil.
Son casi 20 años de un camino donde he conocido grandes amigos, personas que se la han jugado a concho por sacar adelante, por hacer crecer el movimiento, algunos simplemente tocando desde el atril o desde el podio, pero otros desde el anonimato han entregado la vida por el proyecto, por hacer realidad permanente el sueño de Jorge Peña Hen.
Con profunda pena me he enterado de lo que ha sucedido en la Fundación Orquestas Juveniles Chile, del despido de Alicia Paola Pardo Norambuena, de Christian Elwanger y Gabriela Faúndez. Pena porque son mis amigos, pero también porque nadie se merece un despido arbitrario, sin previo aviso y que desde fuera tiene toda la cara de Vendetta.
Pero siento pena y rabia por el trato que ha recibido la Fundación por parte del actual gobierno: ya desde el nombramiento en la red de fundaciones a un oscuro personaje cuyo único mérito es ser hijo de la presidenta. Y él, probablemente desde el desconocimiento de la realidad musical, y con gran mezquindad nombra en el cargo de Director Ejecutivo de la Fundación a alguien con cero peso en el mundo musical y en el de la gestión cultural. Pareciera que el puesto fue utilizado para pagar favores o cuoteos políticos.
Si bien no conozco personalmente al señor Valdebenito, el cómo se ha conducido en los primeros días de su gestión lo retrata de cuerpo entero. El no se merece el cargo y la Fundación no se merece tamaña humillación y ninguneo.
Pero nosotros sí sabemos la importancia de la Fundación en el medio musical chileno. Hoy prácticamente no existen músicos profesionales "clásicos", que no hayan pasado por una orquesta juvenil, o no hayan sido beneficiarios de una beca de la fundación. Y sí conocemos el impacto que tiene una orquesta en una comunidad, como les cambia la vida a los niños y jóvenes, independiente si después se dedican profesionalmente a la música.
Creo que no sólo debemos demandar el reintegro de los trabajadores despedidos, sino también la salida del Director Ejecutivo, no sólo por el descriterio y arbitrariedad demostrados en las desvinculaciones, sino por no estar a la altura que la dirección ejecutiva de la Fundación se merece.
Juan Pablo Aguayo, flautista Orquesta Sinfónica de Chile